Todos los israelitas se quitaron los aretes de oro que llevaban puestos, y se los llevaron a Aarón, quien los recibió y los fundió; luego cinceló el oro fundido e hizo un ídolo en forma de becerro. Entonces exclamó el pueblo: «Israel, ¡aquí tienes a tus dioses que te sacaron de Egipto!
Éxodo 32:3-4
La Biblia dice que la noche que el pueblo de Israel salió de Egipto, básicamente saquearon a los egipcios. Dios les dio favor y los egipcios voluntariamente les dieron plata, oro y ropa. Fueron esclavos durante cuatrocientos años, pero cuando salieron de esa tierra eran gente rica. Dios verdaderamente los bendijo.
Desafortunadamente, en poco tiempo, usaron las bendiciones que Dios les dio para forjar un ídolo al cual adoraron. Mis amigos, esta semana sentí que debemos examinar nuestros corazones para asegurarnos de que no hemos convertido algunas de las bendiciones que Dios nos ha dado en ídolos. Una vez oré y oré por una familia que solía asistir a mi iglesia para que Dios les diera una casa. Una vez la compraron, dejaron de asistir a la iglesia porque tenían fiestas en su casa todos los domingos.
Dios ama bendecir a sus hijos, pero es fundamental recordar que sus bendiciones son solo recursos para bendecir a los demás y adorar a Dios. Son para que las disfrutemos, pero las posesiones no deben ocupar ningún área de nuestro corazón. Nada y nadie más que Dios debe ocuparlo. Nuestros seres queridos, trabajos e incluso nuestro entretenimiento o pasatiempos pueden convertirse en ídolos si no tenemos cuidado.
Amigos, la adoración de ídolos del pueblo de Israel enfureció tanto a Dios que Moisés tuvo que convencerlo de que no destruyera al pueblo por su idolatría. Revisemos nuestros corazones para asegurarnos de que no estamos adorando lo que Dios tan generosamente nos ha dado. Lo último que queremos hacer es herir el corazón de Dios por algo tan tonto como preocuparnos más por las posesiones que por el Dios que nos dio esas posesiones.
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