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fhuezo

Con el Respaldo del Cielo

—El Señor le dice a Zorobabel: “No es por poder ni por fuerza, sino por mi Espíritu”, dice el Señor de los Ejércitos Celestiales.

Zacarías 4: 6 (NTV)


Zorobabel era nieto del rey Joaquín de Judá y, por lo tanto, era descendiente del rey David. Nació en el cautiverio de Babilonia, pero fue uno de los que regresaron a Judá bajo el decreto del rey Ciro. Debido a su aristocracia y a su capacidad de liderazgo, Ciro lo nombró gobernador de Judá. Este hombre piadoso se propuso reconstruir el templo que había sido destruido. Lamentablemente, su proyecto enfrentó una resistencia extrema y muy poco apoyo. Los únicos que ofrecieron apoyo fueron los enemigos de Israel de quienes Zorobabel no aceptó ninguna ayuda. La oposición fue tan feroz que desanimó a Zorobabel y la construcción del templo cesó durante 17 años.


Sin embargo, Dios no había terminado con Zorobabel. El llamado de Dios en nuestras vidas nunca muere. Puede estar dormido en nuestros corazones, pero Dios no olvida los sueños que deposita en ellos. Finalmente, Dios envió al profeta Zacarías para animar a Zorobabel. Le recordó a este líder que no estaba solo. Hijo de Dios, cuando obedecemos los mandatos de Dios, no trabajamos solos, Dios trabaja con nosotros. Zorobabel, animado por las palabras de Zacarías, comenzó a construir de nuevo sobre los cimientos que él había puesto en el pasado y el templo se completó en solo tres años y medio.


Quizás te encuentres en una situación similar a la de Zorobabel. A lo mejor estás tratando de obedecer el plan que Dios te dio y te encuentras desanimado por la falta de apoyo que has encontrado. Quizás estés cansado de luchar contra aquellos que se oponen a los planes de Dios para tu vida. Tal vez has dejado tus sueños a un lado. Hoy quiero recordarte que no estás solo. Dios nunca nos da proyectos que podamos realizar solos. Él quiere ser nuestro colaborador. Ese plan, ese sueño que Dios puso en tu corazón, no se logrará con tu fuerza o habilidades, sino con el Espíritu de Dios en ti. Levanta esos brazos cansados ​​y dile a tu corazón desanimado que comience el trabajo de nuevo. Deja que el Espíritu de Dios sea quien dirija la obra. No te quedes donde estás. ¡El Señor de los ejércitos del cielo te respalda!



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