“Yo, la sabiduría, habito junto con la prudencia.
Proverbios 8:12(a)
Cuando estaba en la Escuela Bíblica, experimenté vivir con diferentes compañeros de cuarto. Tuve algunos inquilinos. Todos fueron grandes bendiciones que me animaron, me expusieron a grandes cosas y me ayudaron a crecer. Desafortunadamente, no todos en la Escuela Bíblica tuvieron mi experiencia. Tengo una amiga cuyo compañera de cuarto le robó dinero, tenía mala higiene y se fue una noche, dejando a mi amiga atrapada con sus deudas.
Las personas con las que vives pueden traer alegría a tu vida o hacer de tu vida un infierno. Por eso, debemos elegir bien a nuestros inquilinos. Algunos de ustedes podrían alegrarse de no tener inquilinos, pero incluso si vivimos solos, todos tenemos compañeros de cuarto. Algunos de nosotros vivimos con negatividad, temor, ansiedad, celos, rechazo o inseguridad.
El rey Salomón, en Proverbios ocho, habla de dos maravillosos compañeros de cuarto. Nos dice que la sabiduría habita junto con la prudencia. En otras palabras, las personas prudentes atraen la sabiduría y la sabiduría atrae muchas bendiciones. Salomón sabía de lo que estaba hablando. Gracias a su sabiduría, su país vivió en paz y prosperidad durante su reinado.
Esta semana, mis queridos lectores, quiero desafiarlos a buscar en sus corazones y ver quién o qué vive en ellos. ¿Quiénes son sus inquilinos? ¿Cómo revisamos nuestros corazones? Escudriñar nuestros corazones es fácil. La Biblia nos dice que de la abundancia de nuestro corazón habla nuestra boca (Mateo 12:34).
¿Han considerado lo que sale de sus bocas? ¿Qué han estado declarando últimamente? ¿Hablan fe? ¿Qué dicen de ustedes o de los demás? ¿Guía la prudencia sus bocas, o lo hacen sus sentimientos negativos? Sabrán lo que vive en ustedes prestando atención a sus palabras. Sus palabras expresan sus pensamientos, y como sabemos, como el hombre piensa en su corazón, así es (Proverbios 23:7).
Si todo lo que hablan es negativo, triste, o amargo puede que sea el momento de darles a sus inquilonos un aviso de desalojo. Es hora de deshacernos de la negatividad y de la falta de fe y permitir que Dios desaloje a nuestros desagradables inquilinos. Si, por el contrario, sus palabras son puras y amables y reflejan una mente sana, alabado sea Dios. Ustedes, amigos míos, han elegido bien a sus compañeros de cuarto. Sigan adelante con el buen trabajo.
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