Es más difícil recuperar a un amigo ofendido que a una ciudad fortificada.
Proverbios 18:19(a) (NTV)
He perdido muchos amigos en la vida. A la mayoría los perdí en mi juventurd debido a mis muchos traslados de país en país y de ciudad en ciudad, pero perdí algunos amigos debido a la ofensa. Perdí a una de mis mejores amigas porque me ofendió, y es triste que ahora ni siquiera recuerdo qué hizo para ofenderme.
Mirando hacia atrás, me siento avergonzada y triste por haber permitido que la ofensa me robara esa amistad. Yo era joven e inmadura y cerré mi corazón al perdón. No sabía cómo hacer las cosas mejor a esa edad, pero agradezco que el Señor no nos abandona a pesar de nuestros errores. Ahora sé que las ofensas son regalos que ponemos en manos de nuestro enemigo y siempre traen destrucción. Un corazón ofendido no beneficia a nadie y perjudica a todos los que lo rodean.
Una buena amiga mía siempre le recuerda a la gente que los cristianos maduros no tienen derecho a ofenderse. Un cristiano maduro sabe que la ofensa es pecado y que Cristo nos pidió que nos perdonáramos unos a otros cuatrocientas noventa veces al día. Si Jesús es realmente nuestro Señor, hacemos lo que Él dice. Por lo tanto, no debemos ofendernos sin importar lo que nos hagan los demás.
La ofensa es una tentación y por lo tanto podemos decirle no. No podemos evitarla, porque siempre habrá motivos para ofendernos, pero nosotros podemos ser perjudicados o lastimados por otros y no pecar. No tenemos por qué ofendernos. Es fácil no ofenderse? Por supuesto que no, pero con la ayuda de Dios no es imposible. Salomón compara a un amigo ofendido con una ciudad fortificada. Nuestros corazones nunca deberían ser tan difíciles de alcanzar por el amor de Dios como una ciudad fortificada.
Mis amigos, no tenemos ninguna razón para aferrarnos a las ofensas. Si lo hacemos, al amigo al que le resultará más difícil recuperarnos es Jesús. Un corazón ofendido no tiene lugar para Él. No dejen que satanás les robe más tiempo, alegría, salud o paz al ofendiendose. Perdonen a sus ofensores y abran las puertas de sus corazones al amor de Dios y al perdón.
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