Si mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, se humillare y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos, ENTONCES YO ESCUCHARÉ DESDE EL CIELO, y perdonaré sus pecados y sanaré su tierra.
2 Crónicas 7:14 (NVI)
¿Has escuchado el dicho: “Mi palabra es mi vínculo”? A menudo lo he hecho, pero no conozco a muchas personas que estén a la altura de ese dicho. Sin embargo, puedes contar con eso cuando se trata de Dios. Él hace lo que dice que va a hacer. Él nunca miente.
Dios le dijo a Abraham que sería el padre de muchas naciones cuando muchos, incluso él, pensaron que no podría engendrar ni siquiera un heredero. Todavía necesitamos averiguar cuántas personas son y serán consideradas hijos de Abraham. Le prometió al Rey David que uno de sus descendientes se sentaría en el trono de Israel para siempre, y Jesús, el León de Judá, se sienta en él en este mismo momento.
Juan el Bautista fue la promesa de Elizabet y Zacarías, y María vio al niño que crio convertirse en su Salvador, tal como Dios le prometió. El apóstol Juan murió de viejo tal como Jesús le dijo a pesar de muchos intentos para matarlo, y cada promesa que le hizo a Pablo se cumplió.
Amigos, esta semana sentí la necesidad de recordarles que su Dios, a quien oran, cuyo rostro buscan, ha prometido escucharlos. Eso significa que cada vez que oran, Él está escuchándolos. Cuando ustedes le recuerdan Sus promesas, hacen que el cielo se mueva a su favor.
Hijos de Dios, el Dios que creó el universo, los escucha. Háganle saber sus peticiones. No tengan miedo de pedirle que los bendiga en grande. Sus recursos no tienen límites y Su amor por ustedes es infinito. No importa lo que necesiten esta semana. Atrévanse a creer que su Padre Celestial está listo para cumplir Sus promesas. ¡Cuenten con cada una de ellas!
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