Al día siguiente sacó dos denarios y se los dio al posadero. “Cuídalo”, dijo, “y cuando regrese, te reembolsaré cualquier gasto adicional que puedas tener”.
Lucas 10:35 (NVI)
Mientras estaba al cuidado de mis padres, mi perrita casi muere el año pasado. Mi papá, que creció pensando que los perros son solo eso, perros, decidió no informarme que estaba enferma. Después de todo, la perrita está viejita, habían hecho todo lo posible para ayudarla sin ver ninguna mejora, y él no quería que yo terminara con una factura veterinaria muy alta y que perdiera a mi perra de todos modos.
En contra del consejo de mi papá, mi mamá me llamó y pude llevar a Gigi al veterinario. Mi madre sabe que “Gigi” no es solo un perro para mí; ella es parte de mi familia. Una semana después, recuperé a mi perrita con un cargo costoso en mi tarjeta de crédito, pero no me importó la factura porque la amo.
El amor tiene un costo. Al buen samaritano de la Biblia, bendecir a un hombre herido le costó aceite, vendas y un paseo en su burro, lo que significaba que él tuvo que caminar. Le costó tiempo, esfuerzo y dinero. Las personas que pasaron cerca de este hombre herido probablemente se sintieron mal por él, pero ninguno de ellos lo amó . El amor de Jesús por nosotros le costó la vida. A Dios, ese amor le costó a Su Hijo, y al Espíritu Santo, Su amor por nosotros le cuesta la paciencia de vivir cada día entre nosotros, y eso no es tarea fácil.
El amor da. Es imposible amar a alguien y no proporcionarle nada. Si decimos que amamos a Dios, nuestro deseo natural es querer bendecirlo. Sin embargo, ¿qué podemos darle a Dios para demostrarle nuestro amor? Alguien podría decir que podemos alabarlo o pasar tiempo con Él, y estoy segura de que disfruta ambos, pero si me preguntan, yo creo que una de las formas más efectivas en que podemos mostrarle a Dios nuestro amor es amando a Su pueblo.
Lo que Dios más ama es a Su iglesia. Por lo tanto, creo que bendecimos Su corazón cuando amamos a la iglesia. El desafío es que amar al pueblo de Dios es costoso. Requiere dinero, esfuerzo y nuestro bien más preciado, el tiempo. La mayoría de los creyentes no tienen problemas dando dinero, pero pocas personas quieren servir en su iglesia.
Para algunos, servir al pueblo de Dios es inconveniente, poco apreciado y, a veces, incluso desagradable. Es por eso que la mayoría de la gente elegiría ayunar cuarenta días en lugar de servir en la iglesia de los niños. Por eso ya no visitamos a las viudas ni a los presos. Sin embargo, cuando lo hacemos, bendecimos el corazón de Dios. Hijo de Dios, muéstrale a Dios tu amor. Siembra tu tiempo en tu iglesia. Serve al pueblo de Dios.
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