Por Yanira Sosa Hiza
Yo, yo soy el que borro vuestras transgresiones, por amor a mí mismo,
y no se acuerde más de tus pecados.
Isaías 43:25 (NVI)
La primera vez que oí hablar del perdón fue cuando acepté a Jesús como mi Señor y Salvador. Las personas que oraron conmigo me dijeron: “Dios perdona nuestros pecados y los olvida”. Esas palabras me conmovieron tanto que todavía hoy me bendicen. Mucha gente me dice: “Perdono, pero no olvido, y cada vez que tengo la oportunidad, les recuerdo a las personas que me ofendieronlo que hicieron ”. ¡Eso no es perdón!
Cristo nunca nos tortura, recordándonos nuestros pecados. Su Palabra nos dice que Él arroja todas nuestras iniquidades a lo profundo del mar (Miqueas 7:19). Perdonar es olvidar. De la misma manera, sabemos que una herida ha sanado porque ya no duele cuando la tocamos. Sabemos que hemos perdonado cuando podemos recordar las ofensas sin dolor.
Durante una sesión de consejería, alguien me dijo: “Puedo perdonar fácilmente, pero nunca vuelvo a confiar en la persona que me ofendió”. Estoy muy agradecida de que Dios no sea así. Cuando Dios nos perdona, no sólo olvida nuestros pecados, sino que continúa confiando en nosotros. Él continúa brindándonos nuevas oportunidades para arreglar nuestros caminos.
Sabes que has perdonado a alguien que te ofendió cuando puedes orar con todo tu corazón para que Dios bendiga a esa persona. Incluso si todavía estás lidiando con el dolor de la traición o agresión de alguien, perdónalo. Jesús nos dijo que amáramos a nuestros enemigos y bendeciéramos a los que nos maldicen.
Si Dios nos perdona tanto y nos da nuevas oportunidades de enmendarnos diariamente, podemos corresponder lo que Él hace por nosotros. Podemos perdonar a nuestros ofensores. Examina tu corazón para ver si realmente has perdonado a las personas que te ofendieron en el pasado. Deja ir esa ofensa. Perdona y olvida.

Comentários