Y Jacob, el padre de José, el esposo de María, y María fue la madre de Jesús, que es llamado el Mesías. Así que hubo catorce generaciones en total desde Abraham hasta David, catorce desde David hasta el destierro a Babilonia, y catorce desde el destierro hasta el Mesías.
Mateo 1:16-17
Cuarenta y dos generaciones existieron entre Abraham, el padre de nuestra fe, y Jesús. José, su "padre terrenal", era el número cuarenta y uno en esa lista y el que crió a Jesús como su hijo. Piénsalo, José vio crecer al Rey de Reyes y Señor de Señores. Tuvo el honor de enseñar al creador de la Tierra cómo trabajar con madera.
Estoy segura de que José en el cielo tiene muchas historias sobre sus experiencias con Jesús mientras crecía. Aún así, su mejor historia es la de casi perder la oportunidad de tener a Jesús como su hijo. Si José se hubiera divorciado de María cuando descubrió que estaba embarazada, habría creado un lío y se habría perdido el mayor honor de su vida.
Eso es lo que sucede cuando reaccionamos en nuestra carne a las circunstancias. Creamos líos y perdemos oportunidades divinas. Caín reaccionó en su carne y mató a su hermano. En un momento de ira descontrolada, un hombre inocente perdió la vida y Caín perdió a su familia para siempre. Jacob perdió su primogenitura porque tenía hambre. El rey Saúl perdió su reino por su falta de paciencia, y Judas se ahorcó después de traicionar a Jesús.
Todos tenían tanto potencial y perdieron su destino porque permitieron que su carne los gobernara. Mis amigos, antes de que terminemos de hacer nuestra lista de propósitos para el próximo año, sugiero que le agreguemos madurez espiritual. Una persona espiritualmente madura puede elegir cómo actuar en situaciones en lugar de reaccionar ante ellas.
Una persona espiritualmente madura no crea líos y no le da oportunidad al diablo de robarle su destino. Sí, esa madurez tiene un precio. Necesitamos pasar tiempo en oración y en la palabra para madurar en Cristo. Necesitamos caminar a través de algunos incendios y pasar por algunas pruebas para moldear nuestras almas, pero todo vale la pena. Nadie jamás se arrepintió de un alma madura.
Oro para que el Espíritu Santo continúe obrando en nosotros en el 2023 para que pensemos, nos veamos y actuemos más como Cristo. Oro para que Dios nos ayude a evitar problemas el próximo año para asegurar que no perdamos todo lo que Él tiene para nosotros.
¡Que tengas una bendita semana de Año Nuevo!
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