En voz alta exclamó: "¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el hijo que darás a luz!"
Lucas 1:42 (NVI)
Cuando vivía en el sur de California, tuve la oportunidad de trabajar como capellán en algunos centros de rehabilitación de drogas y alcohol. Yo era joven, sin experiencia y, aunque tenía las mejores intenciones, me costó mucho ganarme la confianza de los hombres de esas instalaciones. No creían que pudiera ayudarlos. Un poco frustrada, les pregunté por qué pensaban que no podía ayudarlos y les tomó un tiempo darme una respuesta honesta. Finalmente, uno de ellos me dijo que no creían que alguien como yo pudiera entenderlos. ¿Cómo alguien que nunca había bebido alcohol o consumido drogas podría identificarse con ellos? Me dijeron: "Nunca has caminado en nuestros zapatos".
Con el tiempo me gané su confianza y pude ayudarlos, pero ellos también me ayudaron a mí. Me enseñaron a apreciar el poder de Dios para liberar cautivos. También aprendí que nos relacionamos mejor y tenemos más compasión cuando ayudamos a las personas que están pasando por lo que nosotros hemos pasado. Creo que esa fue una de las razones por las que María, la madre de Jesús, visitó a su prima Elizabet cuando se enteró de que estaba embarazada. Quizás Maria buscaba el apoyo de alguien que entendiera su situación. Aunque Elizabet no concibió a su hijo de la misma manera, su embarazo como el de María fue milagroso.
A veces Dios nos permite pasar por situaciones que no tienen sentido para nosotros. Muchas veces, no entendemos por qué Dios no evita nuestro sufrimiento. Aunque no entenderemos completamente la razón de nuestro dolor en este lado del cielo, nuestro dolor nos brinda oportunidades para bendecir a otros. La persona que se recuperó del cáncer puede inspirar fe a quienes luchan contra esa enfermedad. Nos identificamos más fácilmente con las personas que pierden a un ser querido cuando nosotros también hemos sufrido ese dolor.
Creo que Dios a pesar de su amor hacia nosotros permite que ciertas pruebas creen en nosotros un corazón que pueda amar, consolar, apoyar y alentar de manera diferente a quienes sufren porque hemos caminado en sus zapatos. Cuando todos miraron a María con ojos de juicio debido a su embarazo, Elizabet la declaró bienaventurada. Quizás la prueba que enfrentas o has enfrentado puede ser lo que te ayude a declarar bendiciones sobre las personas que están sufriendo a tu alrededor.
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