Si declaras con tu boca: “Jesús es el Señor”, y crees que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo.
Romanos 10:9 (NVI)
Como cristiana, he escuchado muchas definiciones de fe, pero me gusta la que me enseñó el pastor Charles Neiman hace muchos años. Este Hombre de Dios de El Paso, Texas, me enseñó mientras aún estaba en la Escuela Bíblica la definición más práctica de fe que he oído. Él dijo: “La fe es creer en el corazón, lo que se confiesa con la boca”.
Mucha gente piensa que la fe es sólo nuestra capacidad de creer, pero eso es sólo la mitad de lo que significa la fe. Dios creó todo lo que conocemos hablando. Le dio al hombre la misma capacidad creativa cuando sopló vida en Adán. El Libro de Proverbios nos dice que la lengua puede crear vida y muerte, lo que significa que liberamos poder creativo cada vez que hablamos.
Si creemos lo que decimos, entonces todo lo que decimos cobra vida. Por eso Jesús nos dijo que si tenemos fe y le decimos a un monte que se mueva, se moverá. Creer que una montaña puede moverse no es suficiente para que se mueva, y decirle a una montaña que se mueva sin creer que lo hará no es suficiente. La fe sólo funciona cuando uno haces ambas cosas.
Algunos de nosotros guardamos las promesas de Dios en nuestros corazones y nunca las confesamos en voz alta y, por supuesto, tales promesas no se cumplen. Otros confiesan cosas que no creen y no pasa nada. Desafortunadamente, debido a que este principio funciona ya sea que lo que creamos es positivo o negativo, muchos de nosotros hablamos cosas negativas que creemos y, sin siquiera darnos cuenta, las atraemos a nuestras vidas.
Por eso, mis queridos amigos, debemos tener cuidado con lo que creemos y confesamos. Decidamos hoy cambiar la forma de operar en la fe. De ahora en adelante, hagan todo lo que puedan por confesar sólo cosas positivas sobre ustedes. Confiesen esas cosas en voz alta, créelas en su corazón y observen cómo sus vidas cambiam para siempre de una vez por todas.
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