¿Conoces personas que han estado esperando las promesas de Dios durante muchos años? ¿Eres uno de ellos? ¿Has conocido a personas que murieron esperando que Dios cumpliera sus promesas? ¿Alguna vez te has preguntado por qué algunas promesas de Dios nunca se hacen realidad para algunas personas? No tengo todas las respuestas a esas preguntas, pero sé por qué algunas personas nunca obtienen lo que Dios les prometió. ¡Se quejan demasiado!
Ninguno de ellos verá jamás la tierra que prometí bajo juramento a sus antepasados. Nadie que me haya tratado con desprecio lo verá jamás.
Números 14:23
Nos quejamos cuando expresamos insatisfacción o molestia por algo. El pueblo que salió de Egipto con Moisés eran maestros quejosos. Todavía tenemos que determinar con exactitud cuántos israelitas salieron de Egipto, pero al menos 2 millones de personas salieron y solo dos entraron a la Tierra Prometida. Lo más increíble es que ninguno murió por hambre, enfermedad o guerra. Murieron porque sus quejas llevaron a Dios a sus límites.
Dios les proveyó todo lo que necesitaban. Él los protegió. Dios los guio e incluso habitó entre ellos. Él les fue fiel, pero aun así se quejaron. ¿Ha sido fiel Dios contigo? ¿Cuánto te quejas durante el día? Me avergüenza decirte que la mayoría de los días me quejo todo el día. Aunque Dios está tratando conmigo, todavía no he dejado de quejarme.
Me quejo de tener que levantarme temprano, del clima, del tráfico, mi peso, mis cuentas, la gente grosera, etc. El otro día, después de terminar de agradecer a Dios por sus bendiciones, me quejé de la lluvia ligera que cayó y ensució mi auto. Recuerda que vivo en California, donde rezamos todos los años para que llueva. Amigo, estoy en tantos problemas. No sé cómo enfrentaré a los israelitas que murieron en el desierto cuando llegue al cielo.
Esta semana, examinemos nuestros corazones y pidamos al Espíritu Santo que nos muestre cuánto nos quejamos. Arrepintámonos de nuestros pecados, agradezcamos a Dios por Su paciencia y misericordia, y oremos por Su gracia y dirección para ayudarnos a mantener nuestra boca y el corazón bajo control. Si estamos esperando que Dios cumpla sus promesas, aprendamos a esperar en Él con corazones agradecidos y dejemos de quejarnos.
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