Mis ovejas escuchan mi voz y yo las conozco. Ellos Me siguen.
Juan 10:27
Jesús a menudo comparó a su pueblo con ovejas y se describió a sí mismo como el Buen Pastor. Esta comparación era fácil de entender para sus oyentes. Los israelitas entendían bien la relación que tenía un pastor con sus ovejas. Por protección, era común que varios pastores alimentaran a sus ovejas en un mismo campo, pero cuando llegaba el momento de mover sus rebaños, sus ovejas reconocían la voz o silbido de su Pastor y lo seguían.
Aunque las ovejas no están en la lista de los animales más inteligentes, a las ovejas les resultaba fácil reconocer la voz de su Pastor porque pasaban suficiente tiempo con él era facil para ellas distinguir fácilmente su silbido. Como las ovejas confiaban completamente en su Pastor, no dudaban en seguir su voz cuando este comenzaba a moverse.
Lamentablemente, ya no es tan fácil para las ovejas de Cristo reconocer su voz. La falta de reconocimiento no se debe a que Él no nos esté hablando sino a que no pasamos suficiente tiempo con nuestro Pastor para reconocerlo. Si somos honestos, para muchos de nosotros es más fácil reconocer la voz de los actores o presentadores de noticias que la voz de Cristo porque pasamos más tiempo frente a los medios que en oración.
Por favor, no piensen ni por un minuto que estoy criticando a nadie. En el ajetreado mundo tecnológico en el que vivimos, sé lo difícil que es apartar tiempo para orar o leer la Biblia. Todos deseáramos que nuestros días tuviera más de 24 horas. Simplemente quiero compartirles que cada día, el número de ovejas que siguen a Cristo disminuye en los países del primer mundo.
Creo que esta reducción en el número de seguidores de Cristo se debe en parte a que ya no reconocemos la voz de nuestro Pastor. Si pasamos más tiempo frente a una computadora o la televisión que en la presencia de Dios, es natural que sigamos la guía de los medios de comunicación en lugar de la voz de Dios.
Mi desafío esta semana es hacer lo mejor que podamos para alejarnos de la tecnología por unas horas a la semana e invertir ese tiempo en la lectura de la Biblia y en la oración. Sólo así podremos escuchar la voz de Cristo, nuestro Buen Pastor. Piénsenlo. Si la voz que más escuchamos es la voz que seguimos, ¿a quién estamos siguiendo?
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